viernes, 7 de mayo de 2010

Científicos descifrarán la verdadera historia de los chono

Descendientes de los chonos, en el sur de Chile.


De los tres pueblos canoeros que poblaron el extremo sur, fueron los primeros en extinguirse. Expertos buscarán descifrar sus secretos a través de su DNA para saber si se trataba de un grupo étnico diferenciado, distinto al kawésqar y yámana o si fueron el resultado de una expansión tardía de los huilliches de Chiloé.

“La jente que hai en esta ensenada susodicha, son indios pescadores de mediano cuerpo i mal proporcionados. No tienen sementeras; mantiénense de pescado, i marisco, i lobos marinos que matan; i comen la carne de los lobos y pescado crudo, o aves cuando las matan, i otras veces las asan. No tienen ollas, ni otras vasijas; ni se ha hallado sal entre ellos. Son mui salvajes i sin razón. Andan vestidos de los cueros de los lobos i de otros animales, con que se cubren las espaldas, y caen hasta las rodillas, i una correa que les atan por el pescuezo… Traen sus vergüenzas de fuera sin ninguna cobertura. Son de grandes fuerzas”. Así describía Juan Ladrillero, un español que llegó a Chile junto con García Hurtado de Mendoza, al pueblo chono.

Se sabe que este pueblo habitó las costas sureñas de nuestro país en la época prehispánica y que tal como lo señaló Ladrillero, vivían de la pesca, recolección de moluscos y la caza de lobos marinos. Pero eso es sólo una descripción general porque hay muchos antecedentes que aún se desconocen. De hecho, existen algunos historiadores que señalan que en realidad estos nómades no constituyeron un pueblo como tal sino que serían el resultado de una expansión tardía de las poblaciones agroalfareras huilliches de Chiloé sobre las poblaciones kawésqar.

Por lo mismo, un equipo multidisciplinario de científicos de la Universidad de Chile analizarán el DNA mitocondrial y reevaluarán la data antropológica de sus restos para determinar si fueron una entidad poblacional específica o el resultado de la expansión territorial huilliche.

La investigación -“Estudio de DNA mitocondrial de los habitantes del extremo septentrional de los canales patagónicos: Una aproximación al mundo chono desde la antropología molecular y la reevaluación de la data antropológica y arqueológica”- es financiada por Fondecyt y participan expertos de antropología física y genética de la casa de Bello.

El académico del Programa de Genética Humana del Instituto de Ciencias Biomédicas de la U. de Chile, doctor Mauricio Moraga, explicó que de las tres poblaciones de nómades del mar que describen los cronistas (chono, kawésqar y yámana), “éstos son los primeros en desaparecer y a juicio de los antropólogos que los han estudiado presentan una serie de problemas nutricionales y enfermedades que hacen pensar en una población altamente estresada. Una de las hipótesis es por el avance de las poblaciones agroalfareras de Chiloé sobre los canoeros de la región”.

El especialista analizará la genética de esta población utilizando el material óseo almacenado en la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile y en el Instituto de la Patagonia y el Museo Antropológico Martín Gusinde.

“Sobre los chono se sabe poco ya que habitaron una zona muy compleja en términos geográficos y su desarrollo cultural no dejó, como otros grupos prehispánicos, cerámicas o productos textiles que sirvieran como fuente de información. Más bien sus costumbres se conocen por las descripciones subjetivas que hicieron cronistas de la época, antes de que se extinguieran hacia fines del siglo XVIII”, explica Moraga.

Investigación

Durante la investigación, los antropólogos físicos encabezados por el académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Eugenio Aspillaga, aplicarán técnicas modernas de antropometría y morfometría geométrica y así determinar estatura, estado nutricional, morfología craneana y enfermedades de este grupo.

“Explicaremos si hubo o no mestizajes y los cambios en el patrón de morbilidad que explique la extinción. Hay descripciones generales respecto de su salud. Darwin, por ejemplo, hace referencia a problemas de tipo vasculares en las piernas, lesiones varicosas que atribuyó a los cambios bruscos de temperatura porque pasaban del calor de la fogata a bucear en agua fría y las bajas temperaturas del medio ambiente también”, dijo Aspillaga.

También se sabe que tienen alteraciones dentales que dan cuenta del consumo de mariscos y productos del mar principalmente. En sus esqueletos también existen indicadores que demuestran la importancia del uso de las embarcaciones en sus vidas, señaló el antropólogo.

Moraga por su parte, extraerá y amplificará DNA mitocondrial de los huesos (que informa sobre el linaje materno) para conocer las posibles vinculaciones entre los chono y las poblaciones instaladas al norte del archipiélago que lleva su nombre, donde se ubican los huilliches de Chiloé, y quienes están al sur de este conjunto de islas, donde históricamente se ubicaron los kawésqar.

Los primeros resultados del análisis de DNA se podrían conocer recién a mediados del próximo año. “Primero tenemos que reanalizar los restos con las herramientas clásicas de la antropología física y aumentar los fechados radiocarbónicos, para decidir cuáles materiales incluimos en el estudio molecular. Esa parte estará a cargo de uno de los coinvestigadores del proyecto, el profesor Eugenio Aspillaga. Probablemente los primeros resultados para DNA mitocondrial los tengamos en junio o julio de este año, pero para poder contestar las preguntas respecto a la identidad genética de los chono necesitamos tener información para un número elevado de individuos. Muy probablemente a mediados del 2011 tengamos una primera visión de la estructura genética de esta etnia extinta”, dijo Moraga.

Para desarrollar su investigación, los científicos también harán trabajo en terreno en los canales del sur del país.

Trabajo en terreno

El proyecto también contempla una excavación arqueológica en la isla Traiguén. La idea es encontrar una relación entre las osamentas y el contexto ambiental en el que habitaron los chono, para conocer con más certeza la estructura de su población y promover la identidad cultural de los descendientes de los pueblos nómades canoeros mediante un soporte biológico.

“Muchos de estos grupos siguen desplazándose en los canales del sur y producto de la ocurrencia de flujo génico con inmigrantes recientes van perdiendo sus características fenotípicas así como su identidad cultural. De ahí que sea tan importante el trabajo mancomunado a nivel molecular, arqueológico y antropológico”, dijo Moraga.

Según él, se sabe que en esta isla hay presencia de conchales y restos de entierros humanos de este pueblo. “La isla es parte de un programa de prospección que pretende identificar ocupaciones culturales e inhumaciones indígenas con el fin de conocer más de la forma de vida y las prácticas culturales de los grupos de cazadores recolectores marinos”.

El equipo que realizará el trabajo en terreno está formado por especialistas en bioantropología, fauna y lítica a cargo del otro coinvestigador del proyecto, el arqueólogo Omar Reyes, investigador adjunto del Instituto de la Patagonia de la Universidad de Magallanes.

La dalca

Uno de los aspectos más distintivos es su habilidad para construir canoas con las que se movilizaban entre los canales del sur. Conocida como dalca, era similar a la que usaban los chumash en la actual California, Estados Unidos.

Según la descripción española, eran tres tablones de alerce o ciprés -que se angostaban por los extremos para hacer de popa y proa- cocidos con fibras vegetales de coligües. Podía medir hasta 11 metros de largo y trasladar hasta 25 personas.

Al centro de la embarcación ponían arena y sobre ella prendían fuego que nunca se apagaba y que servía para calefaccionar y cocinar los alimentos.

La destreza y tecnología que alcanzaron en la construcción de estas canoas puede ser producto de la propia evolución en la técnica o bien, a partir del contacto que tuvieron con otros pueblos canoeros. Para Aspillaga es difícil afirmar cuál es la teoría correcta.

Así se obtendrá el DNA

Para obtener el DNA mitocondrial, Mauricio Moraga usará una pequeña muestra de tejido óseo no mayor a una moneda de 10 pesos.

El trozo de hueso se disolverá en reactivos especiales y después de varios días de trabajo y complejos procedimientos de purificación se obtendrá una pequeña cantidad de DNA, principalmente mitocondrial.

Utilizando la técnica de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) se amplifican cientos de millones de veces pequeños fragmentos del DNA mitocondrial.

Estos fragmentos se secuencian y se comparan para ver las diferencias que presentan entre ellos y con los obtenidos de DNA de otras poblaciones originarias.

Fuente: Diario La Nación. 30 de Abril de 2010.