El Ushnu de la huaca del cerro Chena.
La existencia del Ushnu en la huaca del cerro Chena no es un descubrimiento reciente. Al mismo tiempo, a pesar de la obstinación del arqueólogo extranjero Rubén Stehberg en presentar todo vestigio arqueológico en Chile como perteneciente a la cultura incaica, carece de evidencias reales, pues los vestigios del cerro corresponden a una cultura aborigen. La huaca es en realidad, una especie de geoglifo con patrones estelares, un espacio sagrado de observación astronómica. Véase al respecto el estudio de Leonardo León Solis Pukaraes incas y fortalezas en Chile central, 1470-1560 (Londres, 1989) y Der Huaca de Chena (En: Sagenhafte Zeiten. 13 Jahrgang. Heft 3 / 2011, artículo de mi autoría). (Nota del editor).
El descubrimiento refuerza la percepción del valle del Mapocho, donde se encuentra la actual capital de Chile, como un poderoso centro administrativo y religioso desde el que se regía la provincia más austral del imperio, sobre el que los conquistadores construyeron su capital.
Oculto, protegido con un cuidadoso enmascaramiento, reposa en el célebre pucará de Chena, al sur de Santiago, una de las evidencias más recientes de una “revolución” arqueológica e histórica que está cambiando la percepción que tenemos hoy sobre el escenario que encontraron a los conquistadores en el valle del Mapocho.
Estos descubrimientos cancelan la imagen de un territorio prácticamente “virgen”, con una población indígena abundante pero dispersa, donde el primer asentamiento de la futura colonia fue fundado casi desde la nada por los españoles que llegaron en el siglo XVI.
Dicha imagen, inmortalizada por la conocida pintura realizada por Pedro Lira en 1898, empezó a desdibujarse a partir de 2011 cuando comenzaron a encadenarse indicios que señalan la presencia de un importante centro administrativo y religioso inca en el exacto sitio que ocupa hoy el centro de la capital chilena.
Extensa conquista
El imperio centrado en el Cuzco se expandió hacia territorio chileno a partir de 1470, bajo Túpac Yupanqui, y logró conquistar –según se sabe hoy– hasta el río Maule. Más allá se encontraban los mapuches, que se convirtieron en una barrera insalvable para los ejércitos del norte.
Restos de la presencia incaica salpican las zonas norte y centro-sur del país, con hitos como el citado pucará de Chena, cementerios sepultados hace siglos y gran cantidad de fragmentos de alfarería que en algunos lugares “tapizan” el subsuelo santiaguino.
“El gran salto adelante se logra por un trabajo interdisciplinario y en equipo”, relata el arqueólogo Rubén Stehberg, del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN). El científico colaboró con el historiador Gonzalo Sotomayor en la tarea detectivesca de seguir la hebra iniciada por una frase escondida en un documento judicial del siglo XVII. En el texto de la vieja demanda se mencionaba un deslinde que hacía referencia al antiguo Camino del Inca, que llegaba hasta “los paredones viejos de la casa del Ynga”, restos de murallas que probablemente todavía eran visibles hasta 1613, situados en una zona inmediata a la actual Plaza de Armas.
El indicio, más otros hallazgos que se han acumulado en ese céntrico sector capitalino a partir de trabajos de remodelación y excavación permitieron descifrar un escenario que apunta a la segura presencia de construcciones de origen incaico donde hoy se encuentran la Catedral de Santiago, el edificio del Correo y el Museo Histórico.
Bajo el suelo del principal templo capitalino se han encontrado numerosos fragmentos de cerámica incaica de gran calidad, lo que hace pensar en la posibilidad de que allí se ubicara un recinto religioso, quizá el que habría albergado a las “Vírgenes del Sol”, dedicadas a la máxima deidad del imperio y que se encargaban de tejer las vestimentas más finas destinadas a la familia real.
El nuevo escenario muestra la probable presencia de un importante centro administrativo y ceremonial inca en el mismo lugar donde luego se levantó Santiago de la Nueva Extremadura, en el que residía un “gobernador” integrante de la Casa Real, y que centralizaba el control de la que entonces era la zona más austral de los dominios imperiales.
Allí también se almacenaban recursos agrícolas y riquezas mineras recolectadas tanto en el valle del Aconcagua como en importantes explotaciones de plata y oro situados más allá de la cordillera, en Cuyo, y que eran transportados a través del Capac Ñan (“Camino del Inca”), dividido en dos ramales que atravesaban las actuales Colina y Chicureo.
¿Se puede hablar de una “ciudad incaica”? Stehberg precisa que no es posible sustentar dicha hipótesis, debido a que no se ha encontrado ningún indicio en esa línea. No obstante, apunta, “la existencia de un centro administrativo clave está prácticamente probada”.
Vestigios arqueológicos en la huaca del cerro Chena.
Misteriosa plataforma
Otra pieza de este “puzzle” de piedra y cerámica yacía durante siglos sin ser detectada en una de las esquinas del pucará de Chena. “Nos había llamado la atención una acumulación de piedras y tierra en la esquina suroriente, pero nunca lo había excavado”, relata el arqueólogo. Gracias a un proyecto financiado por Fondecyt, patrocinado por el MNHN y un equipo del que forma parte la especialista Claudia Prado, del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN), el paciente trabajo de excavación comenzó a revelar los restos de una plataforma de piedra de varios metros cuadrados de superficie. La estructura corresponde a un “Ushnu”, una construcción elevada sobre la que se realizaban importantes ceremonias religiosas.
La plataforma contaba con una rampa lateral que permitía a los dignatarios descender fuera del recinto. “El Ushnu era uno de los principales elementos de eficacia simbólica que introducía el Tawantinsuyu cuando quería sacralizar un lugar”, explica Stehberg.
“Había Ushnus en los cerros importantes”. También se los edificaba “cuando se quería instalar un eje entre los tres mundos, usualmente en las plazas de los centros administrativos, desde el cual la máxima autoridad ejercía su poder. En estos casos, al agujero sagrado se le agregaba una o más plataformas, con o sin escalinatas de acceso y con una rampa lateral para descenso de las personas”, explica.
El especialista propone un proyecto para rescatar y poner en valor este importante hallazgo arqueológico mediante una estructura protectora o techo –diseñado por el arquitecto Carlos Verdugo– que permita a los visitantes apreciar la situación del “Ushnu” y la vista privilegiada hacia el valle que los antiguos sacerdotes y dignatarios incaicos tenían al frente, cuando realizaban las ceremonias más importantes de su religión.
Dicha propuesta engarza con la reciente decisión de convertir al cerro Chena en un nuevo parque metropolitano al sur de la capital, anunciada por la Intendencia de Santiago.
Piedras eternas
De vuelta en la Plaza de Armas, ¿qué pudo ocurrir con las edificaciones del antiguo centro administrativo sureño del otrora poderoso Tahuantinsuyo? Stehberg reconoce que siglos de trabajos y remodelaciones han removido profundamente el suelo bajo la capital, lo que dificulta enormemente la chance de hallar indicios arqueológicos plenamente datables. De hecho es muy posible que las piedras colocadas en “falso sillar” –suerte de imitación local de la albañilería que ha hecho célebres al Cuzco y a Machu Picchu, en Perú– todavía estén aquí, empotradas en algunos de las principales y más antiguas iglesias de Santiago, tras ser reutilizadas por los españoles para sus construcciones.
Fuente: emol. 26 de Abril de 2015.